En agosto de 1977, Peggy Hodgson, una madre soltera residente en Enfield, al norte de Londres, llamó a la policía para que acudiera a su residencia, donde vivía junto a sus cuatro hijos pequeños, después de asegurar que en el domicilio sucedían hechos raros que habían sido presenciados por dos de sus hijos. Elementos de la casa como sillas se movieron sin razón aparente y se oían ruidos y golpes procedentes de detrás de las paredes.
Los cuatro hijos de Peggy en cuestión eran Margaret (13), Janet (11), Johnny (10) y Billy (7).
Un agente de policía dijo que vio una silla deslizarse por el suelo, estando "convencido de que nadie había tocado". Otras afirmaciones posteriores incluían supuestas voces demoníacas, fuertes ruidos, piedras y juguetes que se lanzaban, sillas volcadas y niños levitando. Los informes de estos otros incidentes en la casa atrajeron la atención de la prensa local y nacional británica, siendo cubierta hasta 1979 por rotativos como Daily Mail y Daily Mirror.
Investigaciones paranormales
Los miembros de la Sociedad para la Investigación Psíquica Maurice Grosse y Guy Lyon Playfair informaron de "curiosos silbidos y ruidos de ladridos". Playfair sostuvo que una "entidad" era responsable de los disturbios que se producían en la casa, aunque dudó a menudo la veracidad de los testimonios de niños, preguntándose si eran simples juegos y trucos. Sin embargo, Grosse y Playfair creían que aunque algunas de las alegadas actividades poltergeist fueron falsificadas por las chicas, otros incidentes fueron genuinos. Una cámara de vídeo puesta en una habitación grabó a Janet doblando cucharas e intentando doblar una barra de hierro. Grosse llegó a observar a Janet golpeando el techo de la casa con una escoba y escondiendo su grabadora. Por su parte, el ventrílocuo Ray Alan pensó que las voces masculinas de Janet eran simplemente trucos vocales. Según Playfair, una de las voces de Janet, la que ella llamó "Bill", mostró "una costumbre de cambio repentino en el tema, que era un hábito que Janet tenía".
Cuando Janet y Margaret admitieron sus bromas a los reporteros, Grosse y Playfair las obligaron a retractarse públicamente y a confesar. Tras este episodio, que conllevó el descrédito de Grosse y Playfair, estos recibieron burlas de otros investigadores por ser fácilmente engañados.
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