martes, 12 de septiembre de 2017

CASA MATUSITA

La casa Matusita luce peculiarmente extraña. Se ve como un viejo armatoste de madera crujiente, sin techo y con los muros derribados. Su actual aspecto en ruinas que puede ser visto desde la calle comenzó a tomar forma hace un mes, cuando unos obreros iniciaron el desmontaje del segundo piso, sobre el que por décadas se han contado historias de fantasmas y ruidos extraños en las noches.

HISTORIA
Se cuenta que la primera habitante de la casa fue una mujer extranjera a quien acusaron de hechicera. Ella fue condenada a la hoguera por la Santa Inquisición, creada por el rey Felipe II para torturar a personas que ejercían actos en contra de la fe católica y que en Lima funcionó entre 1570 y 1820. Dicen que antes de morir, la mujer lanzó una maldición sobre la casa. “Es una leyenda urbana”, afirma don Ladislao, sentado en un sillón antiguo, en su casa de Lince.
Él y su esposa, en el 2014, empujados por el estreno de la película “Secreto Matusita”, hicieron un primer intento para derrumbar el mito que había sido alimentado por innumerables reportajes y que pretendía robustecerse con la puesta en cartelera del largometraje nacional.
Su versión del mito se remonta a cuando la casa dejó de ser habitada y se alquiló para negocio, en 1950. Ese año, la abuela y sus hijos –entre ellos la madre de don Ladislao– se fueron porque el lugar les traía recuerdos del abuelo, muerto en 1947.
“Tras abandonarla, en la casa se quedó un guardián que bebía mucho. Los fines de semana, en las noches, subía las escaleras arrastrando una cadena. Esos ruidos extraños dieron origen al mito”, dice Ladislao, quien no cree en los fantasmas de Matusita porque pasó incontables madrugadas allí sin que ocurrieran cosas raras.
Una noche, el parapsicólogo Félix Rivera ingresó a Matusita y no sintió presencias del más allá. “Es un mito”, dice. Según sus aparatos cazafantasmas, los espectros parecen estar, más bien, en un hotel colindante.
Remover el hábitat de un fantasma puede resultar perturbador. Félix Rivera vio, en el 2010, cuando exorcizaba una casona en el Rímac, cómo las cosas se movían solas desde que los dueños pretendieron construir un altillo. En Matusita, la demolición del segundo piso es inminente y, al parecer, no habrá fuerza sobrenatural que impida que el mito se desmorone.

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